miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Para qué tantos años de Historia estudiados en el colegio?

Se levantó tranquila y con parsimonia. Otro día más en aquella catástrofe de mundo.

En el resquemor de luz que entraba por la ventana, se vislumbraba la luz de un sol quemado. La cortina, que meses atrás había estado descorrida y dejaba entrever un fantástico paisaje, escondía los escombros de una habitación fría y desolada.

Estaba decidida a intentar cambiar las cosas, no quería seguir esperando a que los líderes políticos que jugaban con sus vidas como si fueran marionetas le dijeran lo que tenía que hacer.
Descorrió el telón rojo ceniza y vio como el polvo de las estanterías se evaporaba al abrir los grandes ventanales de hierro.

Se asomó a observar las ruinas de lo que un día fue su gran ciudad. Los pájaros ya no surcaban los cielos, los árboles de hojas verdes estaban quemados y derruidos, y la voz de alarma que anunciaba que los tanques saldrían a la calle permanecía serena, al menos durante un par de horas. 

Meses atrás había visto y leído diferentes libros historias sobre la Guerra Mundial, sobre las guerras civiles de su país, sobre las ruinas y los dolores que dejaban en el mundo. Le habían parecido lejanas, era tan complicado ponerse en esa situación en aquel momento, la sociedad había cambiado y evolucionado, ahora había maquinas nuevas que predominaban en un lugar mejor, había más comida, un estado de bienestar, una educación y una ética moral, ya no estaba bien visto matar.

Sin embargo, allí estaba, viuda, huérfana, sin ropa que ponerse, saqueada por los que años anteriores salían en la radio hablando sobre paz  y sobre progreso. ¿Y ahora que sería de su vida?

Le habían prometido que la guerra acabaría, que la ganarían, que el dolor se iría y que todo volvería a la normalidad. Sin embargo, ella no veía a ningún ganador, solo veía pérdidas por todos lados.
Dolor, miedo, frustración, vidas tiradas, arquitectura rotas, un país masacrado...¿dónde estaba la victoria?

Pensaba en aquellos años que había pasado estudiando en el colegio la historia pasada de su lugar, cuando algún compañero no entendía el sentido didáctico de la materia y el profesor argumentaba que había que conocer los errores del pasado para no volver a cometerlos nunca. Y aquí estaban de nuevo, al igual que sus antepasados que consideraban primitivos, matándose unos a otros por razones políticas y religiosas, sin tener un verdadero fin en sí mismo.

¿Por qué seguir luchando? ¿Quién inició la guerra? ¿Quién la continúo?
Se pasó su vida siguiendo ordenes de su padre, de su marido, de su madre, de su hermana mayor, de su maestro, para perder todo su significado en un segundo; para quedarse sin nada por lo que sonreír. Y entonces ¿qué sentido tenía ahora esconderse para después seguir luchando?

En su cabeza no cabía la posibilidad de que alguien realmente hubiera querido llegar a aquel punto, de que nadie lo hubiera querido frenar, evitar; de tirar y quemar las armas a la basura. No comprendía como alguien puede buscar lo que vivía, como después de leer, estudiar y analizar el sufrimiento de antaño, alguien se había atrevido a atacar físicamente a otra persona. 

No entendía para que servía realmente la guerra sino era para destruir, para dañar, para acabar con todo el esfuerzo que venían manteniendo desde años atrás. 

Estaba cansada de esconderse y de ver la vida pasar escondida detrás de sus cortinas mugrientas. Decidió salir, decidió vivir, y cuando fue a la calle, el sonido de una bomba que caía del cielo fue el último grito de sus ideales de paz, que morían lentamente mientras su cuerpo estallaba en pedazos.

Unos ideales, que aunque hayan pasado miles de años desde la última guerra mundial, no se han extendidos a todos los humanos que habitamos el planetas, unos ideales que se debilitan y se hunden cada vez que se comete un acto de violencia, cada vez que se acaba con una vida,... cada vez que se encuentran motivos para poder iniciar una guerra.



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