Parece
que fue ayer la primera vez que me senté en este escritorio con tan solo tres años para colorear mi primer dibujo. Desde ese día no pude dejar de escribir, de pintar, de estudiar, y de sufrir las aventuras que pasaban por mi mente aquí sentada.
Hoy abandono esta casa, dieciocho años después de mi primer dibujo, decido independizarme.
Sinceramente
he crecido demasiado deprisa, tanto que la silla ya se me ha quedado pequeña. He vivido muchos momentos, malos y buenos, como
todo el mundo. Yo me quedo con lo bueno, con lo que al recordarlo me hace tener
una sonrisa en la cara.
Me
quedo con los abrazos que me han dado, con las sonrisas que he tenido, con las
amigas que han estado, o están ahora en mi vida sin abandonarme nunca, con la
gente a la que he querido de verdad... en definitiva, me quedo con lo que
merece la pena recordar; pero también me quedo con algunas malas, de las que no
me arrepiento, porque gracias a ellas hoy soy como soy y estoy donde estoy.
He cometido muchos errores, algunos peores que otros, pero lo importante es que aprendí lo que no puedo volver a hacer. Como cuando me salía del dibujo al colorear a las princesas y mi padre me regañaba.
Y es que cuanto más tiempo paso en esta mesa de escritorio, rodeada de miles de papeles; más cosas vivo y más cosas olvido, pero hay algunas que siempre tendrán un recuerdo en mi memoria. Quizás las más importantes no sean esas ecuaciones lineales que aprendí a realizar en la carrera, quizás sea todo algo más vital.
Es por ello que antes de irme, quiero dar las gracias a todas esas personas que me han hecho ser como soy, entrando, saliendo o permaneciendo en mi vida. Aún me queda mucho por aprender, pero puedo hacerlo solo, ya no necesito el respaldo de la silla para sostenerme.
Porque hoy es el
último día que paso sentada en esta mesa, porque hoy empezaré a vivir soñando,
en vez de a seguir soñando con la vida.
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